viernes, 27 de noviembre de 2009

El Devenir de las cosas


El trabajo atonta.

Yo me despierto a las 5 cada mañana, con sueño infinito. Y entonces va ducha, vestuario, besito a H y pa la calle. Voy pal autobús, me subo, es un trayecto de 15-20 minutos para el trabajo, en el que leo el libro que tenga entre manos a cada momento: Si el libro es complicado, es cuando mejor me va leer. Casi siempre, porque en este autobús suben muchas personas con alguna discapacidad intelectual, y a veces son un poco gritones, y eso me desconcentra.

Llego al trabajo y empiezo mis tareas, y voy rápido. Como el trabajo tampoco pide demasiado de mi, tengo tiempo de pensar sobre lo que me rodea, pensar en H, en mi mismo, en nuestra relacion, en la relacion con mis padres, en lo que le pasa a JC, en mis amigos, en lo que voy a hacer para comer, en posibilidades de soluciones para mis problemas, en que musica voy a poner y otras cosas. Siento que tengo una gran capacidad y la desarrollo. Escribo algunas de las cosas que pienso. Tal y como va pasando la mañana y gente a la oficina me voy dispersando. Pienso menos y me dejo llevar más por las tareas de mi trabajo.

Al cabo de unas horas, me cuesta mucho más llegar a los mismos niveles en los que estaba a primera hora de la mañana. Como mucho, puedo pensar en las ganas que tengo de salir de alli. Lo veo de esta manera, el trabajo pide poco de mi, entonces mi mente se atrofia de alguna manera y se queda al nivel del trabajo, que no es alto. Esto va empeorando conforme el cansancio de la semana se va acumulando.

Los jueves son terribles, no se ni quien soy.

Y los viernes... los viernes la unica posibilidad es brindar con cava y sentir alegria, celebrar que por un ratito, voy a volver a ser yo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué ganas de brindar con Ud.!

Un saludazo